Un constructor visto por dentro

El primer trabajo fue un arreglo en la vivienda de un pariente. Luego de 20 años de crecimiento CAM suma 70 edificios, 300 obras y 200 mil metros cuadrados de construcción.

En 2011, la constructora CAM festeja sus 20 años de actividad, pero la historia comienza antes de 1991, cuando Daniel Arditi, presidente de la firma, recibió su diploma de ingeniero en la UTN.

“Eran tiempos donde no había construcciones y tampoco trabajo para los ingenieros. Empecé a dar vueltas, a golpear puertas y envié como 200 mil cartas postulándome”, exagera hoy el ejecutivo, rememorando los comienzos.

De las decenas de currículos enviados uno llegó a buen puerto: una empresa de Buenos Aires, Construcciones Industriales del Sur (Coninsur), le ofrecía trabajo en San Luis pero no como ingeniero, sino como perito mercantil, que era otro título que Arditi tenía en su haber.

“Me fui a San Luis cuenta- y comencé a trabajar como perito mercantil, pero me sobraba tiempo. El dueño de la empresa me sugirió que lo utilizara para recorrer las obras e ir ganando experiencia como ingeniero”.

No le fue mal. A los seis meses lo nombraron encargado de las obras y cuando éstas concluyeron la compañía lo trasladó a Buenos Aires. Al poco tiempo era “una especie de gerente de producción, para supervisar trabajos en Buenos Aires, Campana, Paraná y San Lorenzo; estuve cinco años dando vueltas por el país, hasta que mi mujer quedó embarazada”.

Terruño y amigos
La nueva situación familiar le cambió la óptica. “Vivíamos en el centro y todos los días nos agarraba el semáforo de Libertador, en Retiro. Por las mañanas veíamos a miles de personas cruzando la calle hacia un lado y, por la tarde, a los mismos miles cruzando en sentido contrario. Un día nos dijimos que no queríamos hacer esa vida. Nos volvimos a Santa Fe en el año ‘91”.

Fue entonces que se alió con un amigo de la infancia, Sergio Morgenstern, actual socio y vicepresidente de CAM, sigla que precisamente quiere decir Construcciones Arditi y Morgenstern. Tiempos de arranque: “No teníamos nada concreto, pero empezamos con un arreglito en la casa de un pariente y luego le cambiamos la vereda a la de un primo que era heladero”.

“En eso estábamos, cuando me vuelve a llamar la gente de Coninsur. Tenían obras en Santa Fe, Rosario y Paraná. Me propusieron que armara mi propia compañía constructora y que ellos me subcontrataban para hacer los trabajos. Mi ex patrones también aportaron oxígeno financiero para poder arrancar. Ése fue el verdadero comienzo de la empresa”.

Evolución y cambio
Llegaron nuevos trabajos encargados por terceros. Suficientes como para que, hacia fines de 1993, el negocio dejara utilidades que excedían los retiros societarios convenidos. Cuenta el ejecutivo: “Cuando juntamos los primeros pesos nos dijimos ¿qué hacemos con esto? Y nos respondimos: hagamos un edificio; unos departamentitos. Compramos un terreno y construimos 8 departamentos en calle Entre Ríos al 3200. De alguna manera, allí comenzó la nueva etapa”.

Un descubrimiento central de entonces, que hace al corazón del negocio, fue que la construcción sucesiva de edificios permitía mantener una planta estable de técnicos, personal administrativo y operarios, a quienes podían reasignarse tareas rápidamente ante nuevas oportunidades de trabajos para terceros.

En términos industriales (y la construcción es una industria), significa trabajar a escala, es decir, que el costo de producción de un producto (construcción) disminuye en la medida que aumenta la cantidad de unidades producidas.

Más allá de tales complejidades, Arditi recuerda que una vez descubierto este filón, construyeron dos o tres edificios pequeños. Hasta que aparecieron en el horizonte los hombres con latido financiero.

Capital de ida y vuelta
“Un día nos reunimos con gente que también hacía departamentos y le propusimos: ¿por qué en vez de hacer ustedes 8 departamentos por un lado y nosotros otros 8 por el nuestro, no nos juntamos y hacemos un edificio de 16 departamentos?

La gente a la que alude Arditi eran los ejecutivos de Comfiar, una tarjeta de crédito (luego comprada por el Banco Galicia y otros socios) que, como toda tarjeta, es mascarón de proa de un negocio financiero.

“Ése fue un envión interesante. Nosotros éramos de otro rubro profesional, pero el integrarnos nos permitió un aprendizaje. Ellos propusieron que había que buscar mecanismos para desarrollar negocios en la construcción que generaran una renta parecida a la generada en el mundo financiero”. Cuenta Arditi que la gente de Comfiar aportó una visión más integradora. “Para hacer algo grande -opinaron-, había que comenzar a nombrar los edificios de manera consecutiva para adquirir una imagen corporativa de gran solvencia”. Se empezó con CAM 7 y sigue hasta el día de hoy, cuando la empresa ya concluyó y entregó el número 62 mientras otros 8 están en distintas etapas de construcción.

“Trabajamos varios años con ellos e hicimos unos 20 edificios entre Santa Fe, Paraná y Rosario. Hasta que llegó la hecatombe del 2001 y ahí decidimos seguir cada uno por su lado”.

La hecatombe y después
“La puñalada por la espalda que fue la devaluación y la pesificación, nos obligó a parar la pelota”. ¿Qué quiere decir parar la pelota?: “Que no dejamos de construir, pero debimos redimensionar los edificios que estábamos haciendo y tratar de prever cómo iba a ser el mercado en el futuro”.

En blanco y negro: “Antes, los emprendimientos de CAM eran muchos pero con edificios chicos, pensados para que el capital invertido volviese rápido al circuito (exigencia de Comfiar). Después de 2001 prácticamente desaparecen los compradores en cuotas y el negocio se orientó a quienes compran departamentos porque tienen sobrante de dinero, capacidad de ahorro, sobre todo contado en dólares. La demanda pasó de buscar una renta inmediata a asegurar sus ahorros en ladrillos”.

Además, cambió la escala, cuenta el ejecutivo. La facturación que antes se lograba con 5 edificios ahora debe obtenerse con uno o dos. De allí que las nuevas edificaciones tengan entre 15 y 20 pisos, para una media de entre 50 y 70 departamentos.

En esa línea de reingeniería del negocio en el nuevo siglo, se agrega el posicionamiento de la empresa, que debe incidir sobre compradores que no sólo eligen por precio, sino también por ubicación de los terrenos y calidad de la construcción, actitud de la demanda que se profundiza después de la crisis de 2008 2009.

Sobre este último ítem (marketing y percepción pública de la corporación), Arditi destaca la intervención de Andrés Rava, titular de la consultora publicitaria que lleva su apellido, quien viene colaborando con CAM desde 2003. Pero ése es recuadro aparte.

La lista equivocada
Cuenta Arditi que luego de graduarse en la UTN, le envió cartas de presentación a medio mundo, incluyendo a todos los gobernadores e intendentes cuya dirección encontró. Cartas y cartas con la esperanza de conseguir trabajo.

Entre los destinatarios de tales misivas estaba Carlos Menem, por entonces gobernador de la provincia de La Rioja. Menen se perfilaba como ganador en las presidenciales.

“Menem recibió mi carta, pero alguno de sus funcionarios luego puso mi nombre en una lista equivocada, como en la película La fiesta inolvidable”, relata.

Tan equivocada, que durante los siguiente 10 años Arditi (quien ya no estaba buscando trabajo y tenía su propia empresa ) recibió tarjetas de invitación a actos protocolares en la Casa Rosada, inauguraciones y actos políticos. Menem nunca le ofreció un trabajo, pero, eso sí, lo tuvo en cuenta en sus relaciones públicas.

Marketing en estado puro
Dicen Ardititi y Rava: “En este momento nuestros tanques, por magnitud, son Puerto Amarras en el dique 2 del Puerto de Santa Fe y las Torres Mellizas (Tucumán 3116).

Agrega Arditi: “Puerto Amarras es un negocio importantísimo para nosotros. Aún cuando la empresa a cargo es Dique 2, CAM es casi socio principal. Nosotros impulsamos ese emprendimiento pero hubo que asociar a otras empresas porque el volumen del negocio podía exceder las posibilidades de CAM como empresa única”.

Un detalle (no menor) que aporta el presidente de CAM: “La presencia de nuevos inversores en el Dique 2, respaldados con la marca Hilton, nos favorece. Se está consolidando una zona exclusiva en la ya nosotros tenemos un edificio prácticamente concluido, otro en construcción y un tercero en etapa de proyecto”.